Buscando a Sugar Man

Ayer vi una gran película, tan grande, que ocupa mi pensamiento desde entonces, no logro sacármela de encima y no sé si quiero hacerlo.

Se llama «Searching for Sugar Man» y es la combinación más extraordinaria de documental, suspense y lección vital que uno pueda imaginar. En realidad es una biografía narrada perfectamente en formato documental, tan perfectamente, que da escalofríos, ¿no habrá alcanzado el cine su cenit expresivo?, me pregunto qué podrá darnos a partir de ahora.

Difruté, me emocioné, reí y lloré, de forma paulatina y acompasada, sin distracciones y sin interrupciones, en una sinfonía sentimental que duró 85 minutos,  pero que ahora me acompañará en el recuerdo durante quién sabe cuanto tiempo.

Pero ese no es el motivo por el que me he decidido a escribir este pequeño homenaje sino la excusa para  resaltar un detalle que me pareció magnífico: un padre que no puede dar a sus hijos una gran educación por falta de medios, los lleva a las bibliotecas y museos y les hace descubrir las delicias del arte y el pensamiento, momentos inolvidables y enriquecedores para las personas que los viven, y la razón de ser de esta reflexión: adoro ser bibliotecaria.

A menudo me pregunto si el ataque continuo a la cultura en general y a las bibliotecas, museos y enseñanza pública en particular por parte de los grandes poderes económicos es una consecuencia de su menosprecio por los beneficios no cuantificables en las personas, cosa que ellos pregonan a grandes voces en la prensa a diario, o algo más sutil y perverso, el deseo del embrutecimiento y alienación de la población en general.

No soy amiga de teorías conspiratorias pero la terrible involución en la que estamos sumergidos, nos arrastra horriblemente a tiempos pretéritos de señoritos altaneros y gente indefensa que no podía ni escribir su nombre y resulta tan sistemática como sospechosa.

Por el momento resistimos, y, como tenemos experiencia en recortes y menosprecios, hemos desarrollado imaginación y tenacidad, lo que no es poco, en estos tiempos duros, que son siempre menos duros con películas como ésta.

Gracias a las personas que siguen contando historias en cualquier formato.

Sugar Man