Cuando mi hija era pequeña y yo le solucionaba algún problema me decía: “mamá eres mi héroa”, yo siempre le corregía: “cariño, se dice heroína” y ella me respondía: “no mamá, heroína suena muy mal, tú eres mi héroa”.
Ha pasado el tiempo, y mi hija, ya adulta y con pleno dominio de varias lenguas ha tenido que hacer un trabajo para su asignatura de Estudios de género (en Tenneessee) y ha elegido comparar diversas heroínas que conocen todas las jóvenes de nuestros días y comprobar su papel como modelos femeninos para las nuevas generaciones, me lo ha enviado porque sabe que me gusta leer lo que escribe (aunque me lo deja en inglés para que yo practique y no me vuelva perezosa) y aunque los personajes comparados son de distintas épocas, me ha sorprendido comprobar que no ha cambiado casi nada en cuanto a modelos femeninos, en realidad las heroínas modernas saltan entre los edificios, dan todo tipo de mamporros y disparan con la puntería de francotiradores de élite (las antiguas no hacían tanto ejercicio) pero al final de sus aventuras eligen la felicidad del hogar o el sacrificio personal en beneficio de sus seres queridos exactamente igual que antaño.
He comprobado que los autores de esas historias no eran sólo hombres, lo que me parecía un tanto extraño en un principio, pero luego he comprendido que cuando las mujeres quieren llegar a un público amplio y enganchar a los varones con la lectura recurren a los mismos conceptos de aventura, riesgo y códigos de honor que conforman los patrones masculinos habituales en este tipo de novelas, que luego son adaptadas al cine y se convierten en éxitos de masas que un delicado y silencioso libro nunca podría conseguir.
Una vez llevadas al cine o a la televisión, estas heroínas ya son iconos de generaciones y referencia cultural o ideológica, inconsciente quizá, pero presente en multitud de conversaciones y de interpretaciones de la realidad, lo que incide en el comportamiento y en el concepto que las mujeres tienen de sí mismas.
Las mujeres de hoy son más fuertes y valientes de lo que ellas mismas perciben, y la involución cultural que padecemos en este país lo oculta, pero el mundo al que nos toca enfrentarnos en este momento exige unas dosis de coraje, determinación y conocimiento que requiere mucho tiempo y esfuerzo, tanto de conseguir como de mantener.
A pesar de los modelos de los que hablaba mi hija, veo cada día cómo muchas mujeres jóvenes se preparan para el mercado de trabajo, viajan solas y son autónomas, luchando tenazmente en un ambiente muy hostil, lo que me hace sentir muy orgullosa de nuestras hijas, porque ellas son las auténticas heroínas de hoy.